viernes, 25 de febrero de 2011

Tradición Luciferina - La Historia de Cain y Abel



Entre las tradiciones de las masonería existe una que los vincula con un origen luciferino y esto ha llevado, erróneamente, a suponer que los rituales masónicos tienen relación con creencias y prácticas satánicas.

Tubalcaín transmitió la Tradición Luciferina a Hiram.

Al comienzo de los tiempos, dos dioses se reparten el universo:
-Adonai, es el amo de la Materia y del elemento Tierra.
-Iblis, es el amo del Espíritu y del elemento Fuego.

Adonai crea el Primer Hombre del barro que le está sometido y lo anima. Movido a compasión por el bruto incomprensivo que Adonai quiere convertir en su esclavo y su juguete, Iblis y los Elohim (los dioses secundarios) despiertan su espíritu, le dan la inteligencia y la comprensión. Mientras Lilith, la hermana de Iblis, se convertía en la amante oculta de Adán, el Primer Hombre, y le enseñaba el arte del pensamiento, Iblis seducía a Eva, surgida del Primer Hombre, la fecundaba y, junto con el germen de Caín, deslizaba en su seno una chispa divina. En efecto, según las tradiciones talmúdicas, Caín nació de los amores de Eva e Iblis. Abel nacería de la unión de Eva y Adán.

Mas tarde, Adán no sentiría mas que desprecio y odio por Caín, que no es su verdadero hijo. Aclinia, hermana de Caín, que la ama, será entregada como esposa a Abel. Y a pesar de ello, Caín dedica su inteligencia inventiva, que le viene de los Elohim, a mejorar las condiciones de vida de la familia, expulsada del Edén y errante por la tierra. Pero un día, cansado de ver la ingratitud y la injusticia responder a sus esfuerzos, se rebelará y matará a su hermano Abel.

Para justificarse, Caín responde personalmente a CHiram. Insiste sobre lo doloroso de su suerte. Sólo él trabajaba la tierra, arando, sembrando, recolectando, efectuando todas las labores penosas, mientras que Abel, cómodamente echado bajo los árboles, vigilaba sin esfuerzo los rebaños.
Cuando les tocaba ofrecer los sacrificios prescritos a Adonai, amo exterior de la esfera terrestre, Caín elegía una ofrenda incruenta: frutos, haces de trigo. Abel, por el contrario, ofrecía en holocausto a los primogénitos de sus rebaños. Y, presagio funesto, el humo del sacrificio de Abel subía recto y orgulloso en el espacio, mientras que el del fuego de Caín caía hacia el suelo, mostrando su rechazo de Adonai.

Caín explica a CHiram que, en el curso de las edades, los hijos nacidos de él, hijos de los Elohim, trabajarán sin cesar por mejorar la suerte de los hombres, y que Adonai, lleno de celos, tras intentar aniquilar a la raza humana mediante el Diluvio, verá fracasar su plan gracias a Noé, advertido en sueños por los Hijos del Fuego sobre la inminente catástrofe.

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